Ciento Ochenta
Segundos.
Tres minutos, no
cinco como me pareció al principio recordando el dialogo palabra a palabra, y
si pudiera contando las respiraciones de lado y lado. Ciento ochenta segundos,
incluidos los del repique. ¿Cómo se me ocurrió la locura de llamar? Bueno en
principio no fue una locura premeditada, guardo su numero telefónico en la
agenda como si se tratase de un contacto real desde hace algún tiempo, pero ¿qué ciencia tiene? si él no sabe
que existo.
La excusa va de la mano de una niña con una
tos recurrente que no termina de curarse y la idea de consultar una segunda opinión. Mi
Doctor no atiende niños. Pero tiene colegas. Hasta ahí mi excusa es un poco floja,
viéndolo bien todos conocemos algún
doctor con colegas competentes, y si no son de la especialidad requerida pues
de alguna forma tienen algún contacto para cubrir la necesidad dado el caso...
Pero no vamos a exagerar,
ni a preocuparme por haber quedado al descubierto anticipadamente, tengo claro
que lo mas importante era escuchar su voz al teléfono con el plus de instalarme
en su mapa aunque sea por 180 segundos. El
hombre en si, mi doctor, es un tipo ocupado, concentrado en su carrera y en su
trabajo, pensándolo detenidamente esta
excesivamente dedicado a ello, pero nadie es perfecto y si a ver vamos en este
caso me sirve hasta de tapadera ni por asomo creo sospechará de una segunda
intención (aunque se ha mareado un poco al final).
Llevo dos días
intentando llamarlo, pensando en la mejor hora, en que le diría y como. Y la
misma situación “De hoy no pasa”.
Pero pasa, primero no estoy sola, lo que se dice sola, en el trabajo seria una
locura hacer una llamada de este tipo, ahí todo es muy publico, en casa es mas
factible pero no deja de ser extraño llamar a alguien que ni conozco (para eso lo llamo
para ver si por fin lo conozco).
Llego decidida pero
sin pila en el celular. La carga esta en un escarlata inmerecido, rodeado por
una agonía de pines que ya no quieren ni abrir. Cuando por fin los abro todos
son chistes. Conecto el aparato al cargador y espero.
Mientras espero me
como la despensa, quiero ser delgada pero llego hambrienta de pelear contra un
millón de números, me como una galleta con cheese whiz, dos rebanadas de jamón
de pavo (estas no cuentan son proteínas), y por ultimo un paquete de galletas
cubiertas de chocolate, que comparto con el perro pero en una proporción desleal,
es decir yo me como dos y a él le doy media. Leo por enésima vez Misery, de
Stephen King, esta vez online, Annie Walker parece más mala que nunca, más
loca, como es una relectura, recuerdo vagamente detalles así que lo voy leyendo
en una suerte de premoniciones sobre lo escrito, me aburro pronto, decido mejor
sentarme a revisar un cuento de los dos que tengo por entregar el sábado. Tomo
el que está terminado pero invariablemente hay que podar…corregir.
Al fin el celular
tiene suficiente carga.
Veo la hora. Seis y
diecisiete de la tarde.
Me suelto el
cabello.
Y marco el primer numero. Una operadora de voz
metálica me indica que el suscriptor no se encuentra disponible. No le permito a la desilusión instarse. Pero
escucho paciente todo el mensaje. No cedo a la tentación de entregarle el hecho
al destino, hoy estoy al mando de mis decisiones, no me importa este primer
intento fallido. Marco el segundo número pensando que tal vez lo tiene otra
persona…un familiar.
Repica tres veces.
Son los repiques
mas largos de mi vida, se extienden con su sonido hueco, mecánico, casi
eléctrico haciendo un eco perfecto que llega hasta mi corazón acelerado. Hoy no
está escrito que desista.
Y una voz que no
reconozco atiende.
_¿Alo?
_ Por favor el
Doctor Luis _ digo obviando el Carlos para no parecer demasiado informada.
_¿De parte de quien?_
Contesta defensivo
_ De Silvia, la
vecina del piso seis, ¿es el Doctor M?
No le doy tiempo a
pensar, hablo claro y a una velocidad media la cual mantengo vigilada con una
alarma de pensamiento atento en mi cerebro.
_si_ dice tímido
_ Hola_ saludo yo
con familiaridad, _ te molestaba porque la hija de una amiga tiene mucha tos y
a pesar de estar en tratamiento entre
neumóloga y pediatra no avanza, se que no ves niños pero en un mensajito me
dijiste que podías recomendarme a alguien.
_ ¿A quien te
recomendé?¿Cuando fue lo del mensaje?_
Aquí estamos, él
tratando de ubicarme en algún lugar de su día a día, y yo tratando de ser lo
mas imprecisa posible en lo irrelevante para que no lo logre. Al menos
imprecisa en las acotaciones de sueño. Vamos con calma, me digo llevando la voz
cantante en nuestra conversación, disfrutando de los matices de su voz, algo
fina para mi gusto, pero no todo pude estar contenido en un solo ser.
Quiere saber lo
básico, (como fue que no lo tuve en cuenta antes) donde atienden a la niña, (me
lo invento en la marcha), quien la atiende, aquí hago una pausa y un poco
afligida le digo que no tengo el nombre de la doctora. No puedo inventar tanto.
Me recomienda dos especialistas
que trabajan directamente con él. Le pido un segundo para anotar aunque tengo
el bolígrafo en la mano, no se porque hago esta pausa, desde el recuerdo me
imagino que lo he visto en tantas películas, quiero demorar la conversación
pero no mucho, quiero que piense que soy algo espontanea e improvisada pero no
mucho, tomo nota de los nombres, y de las clínicas con la firme intención de
llevárselos a Elisa al día siguiente.
Estoy a gusto hablando
con él. Evoco su mirada de ascensor, detrás de esos lentes que le quedan tan
interesantes, Le doy las gracias, vuelvo a la explicación de que recurrí a él
porque no conozco a nadie de su especialidad (o si conozco y a pesar de que me dio las únicas palabras de esperanzas que recibí
no quisiera volver a verlo nunca más, recuerdo
que tembló esa madrugada y que detrás de sus bigotes nos contó que salió a la
calle con su esposa y sus bebés morochos… divago). Soy consiente que ya no
queda mucho mas que decir.
_ Disculpa_ dice interrumpiendo
mi latoso discurso de despedida _ dime otra vez ¿de donde es que te conozco?
Y así se que ha
hecho un esfuerzo por escuchar lo que le digo y contestarme, mientras toda su atención ha estado dirigida a
comprender quien soy. Por un instante puedo sentir su privilegiado celebro
buscar en su disco duro todos los archivos que comiencen con la palabra
“vecina”.
Lo siguiente que
siento es una especie de enfado, ¿Cómo es posible que no escuchara nada de lo que
le he dicho?
_ Silvia, tu vecina
del (casi digo el nombre del primer
edificio en el que viví al llegar a Venezuela) Alfa II.
_ ah ya, ya _
parece ubicarme pero la siguiente pregunta me deja claro que no es así, ¿es
tuya la nene?_ pregunta con una suerte de ternura en la voz.
Otra vez me domina
el enfado. No está prestando atención a lo que digo, pero esa variación el tono de su voz, un poco más tierno, mas intimo, logra que
mi corazón mi corazón se derrita en partes por un breve instante.
_ No, _ admito derrotada_
como dije es la hija de mi amiga, bueno de mi compañera de trabajo_ agrego ya
sin ganas de sostener por mas tiempo la conversación.
_A ok, ok, bueno
puede ir a esas dos especialistas que te mencione_ dijo apurado recuperando su
tono de voz.
Me quede un
instante viendo el teléfono después de las palabras de despedida de rigor. ¿Qué
será lo que ocurrirá ahora? ¿Por qué apure la despedida?
**Silvia**
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