Friday, May 03, 2013









Ciento Ochenta Segundos.



Tres minutos, no cinco como me pareció al principio recordando el dialogo palabra a palabra, y si pudiera contando las respiraciones de lado y lado. Ciento ochenta segundos, incluidos los del repique. ¿Cómo se me ocurrió la locura de llamar? Bueno en principio no fue una locura premeditada, guardo su numero telefónico en la agenda como si se tratase de un contacto real desde hace algún  tiempo, pero ¿qué ciencia tiene? si él no sabe que existo.
 La excusa va de la mano de una niña con una tos recurrente que no termina de curarse y la  idea de consultar una segunda opinión. Mi Doctor no atiende niños. Pero tiene colegas. Hasta ahí mi excusa es un poco floja, viéndolo bien  todos conocemos algún doctor con colegas competentes, y si no son de la especialidad requerida pues de alguna forma tienen algún contacto para cubrir la necesidad dado el caso...
Pero no vamos a exagerar, ni a preocuparme por haber quedado al descubierto anticipadamente, tengo claro que lo mas importante era escuchar su voz al teléfono con el plus de instalarme en su mapa aunque sea por 180 segundos.  El hombre en si, mi doctor, es un tipo ocupado, concentrado en su carrera y en su trabajo, pensándolo  detenidamente esta excesivamente dedicado a ello, pero nadie es perfecto y si a ver vamos en este caso me sirve hasta de tapadera ni por asomo creo sospechará de una segunda intención (aunque se ha mareado un poco al final).
Llevo dos días intentando llamarlo, pensando en la mejor hora, en que le diría y como. Y la misma situación “De hoy no pasa”. Pero pasa, primero no estoy sola, lo que se dice sola, en el trabajo seria una locura hacer una llamada de este tipo, ahí todo es muy publico, en casa es mas factible pero no deja de ser extraño llamar  a alguien que ni conozco (para eso lo llamo para ver si por fin lo conozco).
Llego decidida pero sin pila en el celular. La carga esta en un escarlata inmerecido, rodeado por una agonía de pines que ya no quieren ni abrir. Cuando por fin los abro todos son chistes. Conecto el aparato al cargador y espero.
Mientras espero me como la despensa, quiero ser delgada pero llego hambrienta de pelear contra un millón de números, me como una galleta con cheese whiz, dos rebanadas de jamón de pavo (estas no cuentan son proteínas), y por ultimo un paquete de galletas cubiertas de chocolate, que comparto con el perro pero en una proporción desleal, es decir yo me como dos y a él le doy media. Leo por enésima vez Misery, de Stephen King, esta vez online, Annie Walker parece más mala que nunca, más loca, como es una relectura, recuerdo vagamente detalles así que lo voy leyendo en una suerte de premoniciones sobre lo escrito, me aburro pronto, decido mejor sentarme a revisar un cuento de los dos que tengo por entregar el sábado. Tomo el que está terminado pero invariablemente hay que podar…corregir.
Al fin el celular tiene suficiente carga.
Veo la hora. Seis y diecisiete de la tarde.
Me suelto el cabello.
 Y marco el primer numero. Una operadora de voz metálica me indica que el suscriptor no se encuentra disponible. No  le permito a la desilusión instarse. Pero escucho paciente todo el mensaje. No cedo a la tentación de entregarle el hecho al destino, hoy estoy al mando de mis decisiones, no me importa este primer intento fallido. Marco el segundo número pensando que tal vez lo tiene otra persona…un familiar.
Repica tres veces.
Son los repiques mas largos de mi vida, se extienden con su sonido hueco, mecánico, casi eléctrico haciendo un eco perfecto que llega hasta mi corazón acelerado. Hoy no está escrito que desista.
Y una voz que no reconozco atiende.
_¿Alo?
_ Por favor el Doctor Luis _ digo obviando el Carlos para no parecer demasiado informada.
_¿De parte de quien?_ Contesta  defensivo
_ De Silvia, la vecina del piso seis, ¿es el Doctor M?
No le doy tiempo a pensar, hablo claro y a una velocidad media la cual mantengo vigilada con una alarma de pensamiento atento en mi cerebro.
_si_ dice tímido
_ Hola_ saludo yo con familiaridad, _ te molestaba porque la hija de una amiga tiene mucha tos y a pesar de estar en tratamiento  entre neumóloga y pediatra no avanza, se que no ves niños pero en un mensajito me dijiste que podías recomendarme a alguien.
_ ¿A quien te recomendé?¿Cuando fue lo del mensaje?_
Aquí estamos, él tratando de ubicarme en algún lugar de su día a día, y yo tratando de ser lo mas imprecisa posible en lo irrelevante para que no lo logre. Al menos imprecisa en las acotaciones de sueño. Vamos con calma, me digo llevando la voz cantante en nuestra conversación, disfrutando de los matices de su voz, algo fina para mi gusto, pero no todo pude estar contenido en un solo ser.
Quiere saber lo básico, (como fue que no lo tuve en cuenta antes) donde atienden a la niña, (me lo invento en la marcha), quien la atiende, aquí hago una pausa y un poco afligida le digo que no tengo el nombre de la doctora. No puedo inventar tanto.
Me recomienda dos especialistas que trabajan directamente con él. Le pido un segundo para anotar aunque tengo el bolígrafo en la mano, no se porque hago esta pausa, desde el recuerdo me imagino que lo he visto en tantas películas, quiero demorar la conversación pero no mucho, quiero que piense que soy algo espontanea e improvisada pero no mucho, tomo nota de los nombres, y de las clínicas con la firme intención de llevárselos a Elisa al día siguiente.
Estoy a gusto hablando con él. Evoco su mirada de ascensor, detrás de esos lentes que le quedan tan interesantes, Le doy las gracias, vuelvo a la explicación de que recurrí a él porque no conozco a nadie de su especialidad (o si conozco y a pesar de  que me dio  las únicas palabras de esperanzas que recibí no quisiera volver a  verlo nunca más, recuerdo que tembló esa madrugada y que detrás de sus bigotes nos contó que salió a la calle con su esposa y sus bebés morochos… divago). Soy consiente que ya no queda mucho mas que decir.
_ Disculpa_ dice interrumpiendo mi latoso discurso de despedida _ dime otra vez  ¿de donde es que te conozco?
Y así se que ha hecho un esfuerzo por escuchar lo que le digo y contestarme, mientras  toda su atención ha estado dirigida a comprender quien soy. Por un instante puedo sentir su privilegiado celebro buscar en su disco duro todos los archivos que comiencen con la palabra “vecina”.
Lo siguiente que siento es una especie de enfado, ¿Cómo es posible que no escuchara nada de lo que le he dicho?
_ Silvia, tu vecina del  (casi digo el nombre del primer edificio en el que viví al llegar a Venezuela) Alfa II.
_ ah ya, ya _ parece ubicarme pero la siguiente pregunta me deja claro que no es así, ¿es tuya la nene?_ pregunta con una suerte de ternura en la voz.
Otra vez me domina el enfado. No está prestando atención a lo que digo, pero esa  variación el tono de su  voz, un poco más tierno, mas intimo, logra que mi corazón mi corazón se derrita en partes por un breve instante.
_ No, _ admito derrotada_ como dije es la hija de mi amiga, bueno de mi compañera de trabajo_ agrego ya sin ganas de sostener por mas tiempo la conversación.
_A ok, ok, bueno puede ir a esas dos especialistas que te mencione_ dijo apurado recuperando su tono de voz.
Me quede un instante viendo el teléfono después de las palabras de despedida de rigor. ¿Qué será lo que ocurrirá ahora? ¿Por qué apure la despedida?

**Silvia**

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