Friday, June 26, 2009





Inventario.



Aquí va otro café en soledad. Piensa Luisa A. en medio del tráfico. La tarde llego y se presento lluviosa, nostálgica, con intención presente de hacer que todo lo que creyó posible horas antes se diluyera entre los charcos del asfalto. Cuanto antes mejor.


Más de diez minutos para un cambio de luz controlado por manos enguantadas la dejo a la orilla de la acera abandonando la idea de tomar el café con la ausencia. Que no es lo mismo que tomarlo en soledad. O al menos eso es lo que Luisa A. entiende de la canción, pero no la recuerda bien, esta escondida en un CD que no puede encontrar. Pasea sus ojos entre las posibilidades de entretenimiento que tiene en ese encierro, las enlista, las clasifica. Su única arma es una libreta, sobreviviente de la ultima limpieza que le hiciera a su cartera y un crayón marrón que encontró sobre la alfombra harto de tanto olvido (y de ser hallado), porque el bolígrafo con tapa que descansaba sobre la consola del carro para estas eventualidades había desaparecido, no hoy días atrás.


Afuera los limpiaparabrisas arañan el vidrio con un chillido seco. Los guantes le indican que avance. Y los arboles se sacuden con la brisa.

Adentro, Luisa A. mueve una canción por ser irresistiblemente melancólica y vuelve a pensar en lo que hubiese sido y ya no es posible. Antes de llegar a lo que hubiese dicho ella, y lo que le contestarían, antes de armar un dialogo invisible, antes de pegarle las sonrisas, volvió a la lista.


Un papel de galleta que comió el lunes, cuidadosamente arrinconado en el lugar destinado a la basura, un libro de hojas revueltas con un marca libro de ticket de estacionamiento, unas llaves que hace siglos que no abren nada, una caja de fósforos _ restos de otra vida_ vacía, un brillo de uñas…tentador, se detiene un momento en el hallazgo, evalúa la posibilidad de pintarse una capa o dos, luego se da cuenta que ya no podrá seguir con la lista y desiste del intento. Una ruma de discos de otra persona, un cepillo, un brillo para los labios…


Pasa frente a la cafetería, mira el reloj de reojo, todavía tiene que dar una vuelta a la manzana si se quisiera estacionar, si quisiera ese café, pero ¿Realmente desea estar allí sola?, otra vez lo que no fue. Lo que quisiera imaginar y no puede…o no quiere.

Hay mucho trafico en la calle, así que se concentra en el, nada mas llegar a la esquina sabe que esa vuelta es imposible si quiere llegar a tiempo a la reunión, y empeñada en llegar a la avenida para girar a su destino, encuentra una calle olvidada en su memoria vial, aun así una suerte de atajo, que no dudo en tomar.

Lo demás sucede sin prisas pero sin demoras, estaciona en el primer intento, baja la música y hace un par de llamadas, de alisa el cabello, guarda la libreta segura de que no la va a sacar para tomar apuntes,_ con el detalle del crayón ¿Quién va a escribir algo en publico?_ pero incapaz de dejarla en el carro y el libro por si necesita compañía silenciosa siempre tan bien recibida.

Y las palabras.

En el asombroso regreso a casa, donde la ciudad se abrió solo para que ella pasara, recordó únicamente lo positivo, la callecita olvidada, las buenas dos o tres decisiones que tomo para escoger el camino de regreso y las palabras, fue inevitable llegar a la frase que adquirió leyendo sobre un chef peruano que visito Caracas, lectura por demás insólita en ella, en el contexto del articulo que poco o nada tenia que ver con todo aquello, pero la verdad no le importaba, le gustaba por lo abierta, por lo reflexiva, por lo sencilla…saco la libretica y el crayón y garabateo llena de gusto:

“Al futuro se llega con calma.”

2 comments:

Oswaldo Aiffil said...

Hola querida Silvia! Bonito relato el que escribiste. Autobiográfico tal vez. O tal vez no. ¿Quién sabe?
Un beso!

Silvia said...

Yo siempre transparente verdad?
Un beso Oswaldo gracias por visitarme!