Tenia perdidas las palabras, no es que no escribiera, es que no sabia donde se encontraba el camino correcto para volver a ellas, mis historias están en pausa, no porque no las invente sino que por alguna razón extraña palidecen ante la realidad y todo lo que llega al teclado tiene que ver directamente conmigo, soy tan visible en cada escrito que me mortifica en exceso publicar y mostrarme tan real (cuando por lo general me gusta adornarme bastante hasta desaparecer detrás de las letras). El silencio ocupo el espacio de las palabras esperando que la luna volviera a inspirarme, que llegaran las historias que siempre me acompañan, esas que nacen de lo que alguien dijo, de la imagen de una fotografía, de alguna sonrisa provocada. Llegan, pero el silencio sigue.
El tiempo de escribir se disfraza de actividades, y la cadena de cosas para hacer se va haciendo larga, se excusa con lo de siempre, y el silencio sigue…
Está tarde de camino a casa, la misma cola de viernes ultimo, con un aderezo adicional este calor atípico de mayo (cuando lo normal serian lluvias) y un Cañizales anunciando que se debe al calentamiento global, me deja sola con una música de fondo y el vidrio abierto, que me roben me parece el menor de los hechos, hace mucho calor para ser precavida y el recuento de la tarde, me mantiene entretenida y lejos de las paranoias de la ciudad.
Veo las listas que con Cinthya hicimos y rehicimos para coordinar el Baby shower de Anita y Sebastián sin darle mucho lugar a lo imprevisto. Todavía un trozo de papel descansa sobre las llaves allí justo donde el carro hace un escalón para contener el freno de mano. Bostezo y término en una media sonrisa, estoy cansada en este regreso a casa, pero es ese cansancio sabroso que me dejaban las fiestas de cumpleaños de Andrea pequeña, con piñatas y todo incluido. Pienso en todas las chicas que participamos en la organización, en cada una de las actividades que ideamos juntas, nos veo como muchas manos unidas en un solo fin: celebrar la llegada de una nueva vida.
Una semana antes hacíamos recuerditos con tul, las ideas flotaban sobre la mesa desde que comenzamos, con el norte de sorprender a Anita, y creo que lo logramos, al menos un poquito porque se encargo de interrogarnos por aparte para sacarnos información todo este tiempo. Yo fui la que mas le dijo, seguramente, me enternece verla con su barriguita, y por terrible que se pongan sus hormonas, ese sentimiento no varia, ella quería participar y a mi me hubiese encantado contar con su opinión para los detalles.
De alguna manera este evento me regreso a mi vida, al gusto de hacer cosas divertidas para alguien, el intento de secreto y la sorpresa, además de compartirlas con las chicas, se por quienes me rodean que me sostuve de el evento con un frenesí que rayaba en el estrés muchas veces. Necesitaba pensar en otras cosas. Me defiendo pensando en que fue un estrés sano (como si eso existiera), me quede con una o dos ideas que no pude desarrollar, ya vendrán mas bebes, mas fiestas de bienvenida donde desplegarlas.
No puedo evitar pensar en que tengo la bendición de ser mujer, la mitad de mi son preguntas sin respuestas, tengo un porcentaje de angustias, un sentimiento fuerte de proteger a los mas débiles, un porcentaje de curitas reservadas para lo que sea que se tenga que curar: una rodilla, una cortadita, algún corazón con fisura, un puñado de teorías que nada tienen que ver con la física o la química que constantemente busco reformular, desbaratar o aprobar sin mucho afán, y la bendición de tener tan buenas amigas, con quienes compartir los días, los secretos, los miedos, los nuevos retos, los triunfos que llegan…
Tengo las palabras amontonadas locas por salir de su pasillo de silencio al que las he condenado, pero cada una en su momento va llegando, van encontrando el camino…
¿Sera que al escribir como el escritor igual que los pintores pasan por varios periodos?, si esto fuera cierto, este seria algo así como mi periodo visible, al menos hasta que pueda llamar a Selene y esconderme nuevamente…

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