“EL ESPEJO”

“Mis dedos entre tus rizos resbalándose en sus curvas perdiéndose en la cascada... anticipando mi despedida”
Ha sido esa niña la responsable de todo esto. Amanecí viéndome al espejo con cara de trasnochado, después de la película de anoche, de las cervezas de la noche anterior, de la caminata con luz de luna del lunes y la ida a la playa del domingo. Hace un mes, me daba igual el espejo, hace un mes estaba concentrado en mi plan de vida, en el siguiente paso a dar para ser el triunfador, alcanzar la meta, vivir la vida y ahora me examino delante de este espejito bufón con minucioso detenimiento, agarro aire para inflar los pectorales, tenso los músculos del brazo una y otra vez, tratando de encontrar lo que ella ve en mi, la imagen solo me devuelve una burla: mis veinticinco contra esos diecisiete preciosos, ¿no podría conformarme con ceñirle las curvas con la mirada?. No. Llego una mañana y le pregunto: ¿Puedo acompañarte a la parada del autobús? ¿A tu casa? (¿ A tu cama?) Y ella contesta: Sí, con una sonrisa coqueta, una sonrisa de dientes que promete ser la llave de mis posibilidades, entonces cae la tarde y me hago el ocupado y la dejo irse sola, maldiciendo mi indecisión, arrepentido y justificado al mismo tiempo. La observo al día siguiente. Me saluda igual que el día anterior. Le espío un gesto de desilusión, un reclamo guardado, una chispa de rabia. No aparece. No existe. Es un día mas para ella. Se repite la misma pregunta que ayer, me llega la misma respuesta acompañada de la misma sonrisa. Me arrepiento. Me voy solo preguntándome cuanto tiempo va a aguantar esto ella. Tres días de la misma rutina, pregunta, respuesta, sonrisa, arrepentimiento. Obtengo mi respuesta, y terminó delante de este espejo una mañana más. Un flacucho melenudo, llenó de acné se presento a buscarla con poses de galán. Ella me lo presenta en un arranque de efusividad, le estreche la mano con ganas de romperle la nariz, me excuse fingiéndome ocupado. Estudian juntos, escuche de pasada, el vino a traerle unos apuntes del trabajo de biología, ¿Apuntes un sábado? La excusa mas gastada del mundo, no del universo para salir con una mujer. Ella parece encantada de todas formas, él le pregunta si se puede tomar unos minutos para invitarle un helado, ella le deja la pregunta flotando en el aire, sin respuesta, yo me reí por lo bajo, va a decir que no, como otras veces, el trabajo primero, pero sorprendiéndome ella se voltea y habla con el gerente, cambia su hora de almuerzo aunque faltan siglos para que llegue, salen juntos uno al lado del otro rozándose los brazos, pero sin tomarse de las manos. (Suspiro todavía tengo esperanzas). Vuelve sola al rato, lo que queda del helado todavía en la mano ¿Qué hicieron en casi una hora que no pudo terminarse el condenado helado? Seguro la beso, lo imagino y me hierve la sangre, enfurezco pero no con ellos, conmigo, con los labios de ella, con él echo de no ser yo el dueño de esos besos, no aguanto mas y pregunto: (seguro con cara de idiota) ¿novio? Tratando de no parecer celoso, ni ansioso, de no parecer nada, me mira como si acabara de aterrizar en la tierra, como si la palabra se formase por primera vez en su linda cabecita rizada, como si antes de preguntárselo (que idiota yo) no se hubiese dado cuenta de la posibilidad del nexo. _ No que va, es un compañero de clases_ dice restándole importancia a todo el asunto. Ya no pregunto nada más. (No sea cosa que le dé ideas). Termina un día. Amanezco en el dichoso espejo estudiándome detenidamente, preocupado enumero las cualidades físicas que tengo, las que me gustan a mí, mezcladas con las que en un pasado le han gustado a otras “ellas”: Piernas firmes, espaldas anchas, brazos fuertes, abdomen... abdomen ¿con falta de ejercicio? Boto el aire de los pulmones de golpe, aspiro profundo metiendo el abdomen en un ejercicio inútil. ¿Cómo ser lo que esos ojos infinitos quieren ver? El melenudo la llama por teléfono. Hago trampa y le digo que esta ocupada con un cliente. El chico vuelve a insistir con otra llamada, no lo culpo, otra persona contesta el teléfono y le avisan a ella. Por su forma de mirarme sé que le cuenta mi mentira, ella sonríe divertida y enrosca entre sus dedos el cable del teléfono mientras habla, vuelvo la vista a otra parte, es precisamente lo quiero hacer con sus rizos, con cada unos de los miles que adornan su cabeza. ¿Dónde esta el que era yo antes de conocerla? Esa tarde le pregunto: ¿Puedo acompañarte a tu casa?, Ella vuelve a contestar como siempre: Sí, sí con sonrisa y todo. Esta vez voy, dejo colgado al tipo del espejo, procuro verme en sus pupilas negras y grandes: donde me veo mejor, donde me ve ella. Soy yo quien procura que se rocen nuestros brazos al caminar. Abriendo posibilidades.
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