Tuesday, October 10, 2017

EDGAR


He dejado de vivir en el pasado, cualquiera que sea, abrazando el presente con mi corazón en una asana de yoga. No hay nada mejor. Pero (siempre hay un pero en mi) ¿No es el presente un instante que pasa, para convertirse en pasado? Definitivamente si, de manera que lo aprendido al final del día prevalezca. La clave esta en poner puntos finales (cerrar capítulos o como quiera llamarse) y borrar para siempre la frase “Todo tiempo pasado fue mejor” que  nos mantendría encerrados en lo que fue y no en lo que es.  La verdad es que el tiempo es tan relativo que me pone a sudar, solo para explicar lo básico podría tardar siglos (valga la exageración) y todavía quedarían cosas por decir .

En todo caso, creo que el pasado deja memorias que nos hacen más fácil el presente, como quedo demostrado el fin de semana cuando me toco desarmar el modem para ver si podía repararlo y restablecer el internet en mi casa.

Si Edgar no hubiese estado en mi vida, estoy segura que no se me hubiera ocurrido ni siquiera pensar en quitarle los tornillos a ese aparato. Y aunque no pensé en sus ojitos en  raya ni una vez en todos estos años, me guiaron por esa memoria dormida que permite  saber de donde viene cada cosa, en este caso sobre la tarjeta electrónica una vez que la tuve en frente. Limpie con cuidado esa pelusa que de manera misteriosa entra en todos los aparatos electrónicos, busque los puntos de soldadura para verificar que no se hubiera levantado ninguno para después pasar mi vista sobre los condensadores, transformadores, diodos y circuitos,etc Y cuidadosamente enderezar alguno, volverlo a su lugar.

 Mientras volvía a colocar los tornillos en su sitio, una vez terminada la tarea, escuche la voz de mi profesor de física a punto de perder la paciencia al verme en el pasillo con Edgar enrollado en mi suéter rosa, acunándolo en mis brazos  como un bebé.

_ Como pretenden que encienda ese voltímetro si se lo pasan  arrullándolo. _  vociferaba mientras abría el laboratorio y ese ceño fruncido  que casi sujetaba los lentes mientras me miraba negando con la cabeza, tratando  de enfadarse conmigo sin mucho éxito, para terminar sonriendo a mis inventos. No hacia el intento de quitarme a Edgar, así que el seguía acomodado en mis brazos hasta que me señalaba la mesa para que lo apoyara ya vencido por mis risitas escondidas ante tanto regaño.

Era el día de la prueba final, me gusta pensar que era jueves, seguramente en la tarde, cerca de las tres. Un jueves caluroso, las  ventanas basculantes del laboratorio abiertas y un ventilador en una esquina con ese sonido plop, plop ,plop, del aspa pegando por un costadito, sin ruidos de  la calle que dormía a esa hora. Cinco pares de ojos puestos en Edgar sobre el mesón. Y el relajado. El trabajo de todos esos meses. Algunos cruzaban los dedos. Edgar encendía, pero le costaba mantener los ojitos abiertos y marcar la medición. Unas miradas mas molestas del profesor, aludiendo otra vez a ese trato de aparato en adopción que le dábamos las chicas del equipo a Edgar. La cara seria de Gustavo el único integrante masculino del equipo, al fin sintiéndose comprendido por un igual. Las manos gruesas y algo nudosas del profesor manipulando al voltímetro como lo que es: un aparato sin corazón.  Unos ajustes aquí y allá. Al fin marca los números. Quedo listo para usarse y  Edgar se quedo a vivir en el closet del departamento de física del liceo. 

**Silvia**






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