Soy Invierno

Llegando a mediados de Noviembre comienzo a sentirme diferente, más ligera de espíritu ando por el mundo de puntillas, casi sin rozar el suelo y una genuina y subterránea alegría se apodera de mi.

Me siento fuerte, le planto cara al futuro como si de verdad el miedo hubiese sido desterrado de mi vida para siempre y las esperanzas encuentran el lugar perfecto para reproducirse y crecer.

Hasta hace una semana atrás lo atribuía total y completamente a la época Navideña, si esa en la que es imprescindible ser “feliz”, de amar con intensidad y a todo el mundo, dar, regalar, cocinar y comer en abundancia.

Los días previos se me escapan entre preparativos, comienzo a ver lo que el resto del año es invisible: la mancha en la pared, por ejemplo y dedico esfuerzo a reparar lo que haga falta, entre el veintiuno de Noviembre y el ocho de Diciembre quiero adornarlo todo, planifico decoraciones para el árbol con colores como base que nunca llevo a termino porque abro las cajas donde guardo los adornos y me dejo embobar por las historias que contienen: el de la primera navidad de Andrea, el que me regalo mamá, aquel que conseguimos en un viaje, aquello termina siendo un pach de recuerdos sobre ramas verdes, las visitas le regalan un “lindo” a mi me gusta escuchar es...¿te acuerdas de este adorno, mamá?... “¿todavía tienes este?, tiene siglos”...” repíteme otra vez, cual es el mío”.

Nada mas terminar con la decoración llega el Espíritu de la Navidad, con sus velas naranjas y su energía infinita, dejando entrar el invierno formalmente en otra parte del mundo. No viene solo esta salpicado por listas , compras de regalos, envolturas...

Deje por un momento las constantes Navideñas, por una vez en este transcurrir de años me concentre en esa poderosa sensación que me embarga, note que apenas comenzaba Noviembre, todavía no tenía ánimos festivos, y la agenda del país como en los últimos años dejaba en pausa cualquier plan, entonces ¿Dónde esta la causa?

Di con la repuesta por casualidad, amaneció un miércoles con un aire fresco distinto, apenas unos grados menos, el cielo se vistió de azul transparente de día es lo más cercano a la pureza : tiene poca nubosidad y las montañas encabezadas por El Ávila se ven completas y recortadas perfectamente sobre el celeste, las noches se cubren de un velo negro y se estrellan en miles de destellos que se ven desde el balcón arropados con un chal.

Después de creer que soy Otoño, descubro que en Invierno (el que puedo tener aquí en mi país) es cuando más conciente estoy de quien soy, algo en el clima, algo en el cielo, algo en las estrellas me une al Universo en este espacio de tiempo con más sincronización que en otros momentos del año...
...hace una semana le pregunte a mi primo si las estrellas se estudian mejor en los cielos de Diciembre ( me vuelvo incansable con los temas a veces) “En Caracas si” me contesta él desde una Mérida nublada “Siempre he creído que el Clima de Caracas en Diciembre es perfecto” .

“Perfecto” sigue resonándome como un gong, si este clima fuese digamos en Marzo, sentiría exactamente igual que ahora? O la Navidad y todo su combo contribuyen un poco?

Silvia.