
La Inmortalidad del Gato.
Adela vive en una calle ciega de Olivos, en la ciudad de Buenos Aires. Va calle arriba, todos los días acompañada de sus hermanos y últimamente de Julia porque su mamá espera un bebé y ya no puede caminar tanto. Pasan las vías del tren, sin prisa pero sin pausa, el terreno alrededor del hierro es de tierra aprisionada, pequeñas nubes de polvo se levantan a cada paso cubriendo los zapatos de colegio, haciendo diaria la tarea de lustrarlos más tarde. El pasto crece rebelde desde abajo de los rieles mezclado con alguna mala hierba que intenta en vano cubrirlo, Julia advierte a los niños del peligro pero es claro que hace tiempo que por ahí no pasan trenes.
Eduardo lleva delantal en tela vitre en azul celeste, sobre los pantalones y la remera, tiene una bolsita haciendo juego donde lleva la merienda. Adela y Ana van de jumper a cuadros, camisa blanca y corbata roja, el cabello atado en una cola, con los portafolios colgados al hombro.
Van primero de la mano, los cuatro, luego Julia se cansa, como los autos no pasan, entonces el grupo se transforma en una fila india, se acopla en parejas, se dispersa cada uno, solo la voz de Julia es capaz de reunirlos de nuevo cuando después de las vías viene lo de cruzar la calle.
El camino es aburrido, esta entrando el otoño pero apenas es un suspiro, todavía se puede usar la piscina del fondo después de la escuela, así que marchan con la promesa de una tarde de risas, con la ola que provocan los clavados salpicándolo todo, las brazadas en carrera y las burlas al perro de la Tía Hilda que viene a tomarse el agua.
A un lado de la vía descubren el cuerpo de un gato exánime un día, los tres niños van a la delantera, se acercan a dos pasos, el gato no se mueve, justo cuando Eduardo se agacha para tomar un palo y tocarlo Julia les grita para cruzar la calle.
Pasan la tarde haciendo conjeturas. Esta dormido, concluyen aunque saben que es poco probable que un animal este dormido y no despierte a dos pasos de un niño, de cualquier niño.
Al día siguiente el gato sigue igual, misma posición de lado, los ojos en dos rayitas negras, las patas hacia delante. Esta vez no se acercan. Se acaban las deliberaciones el gato no se ha movido: esta muerto.
Adela pasa tratando de no mirar, pero el mismo tibio sol que le calienta las tardes en la piscina, infló el cuerpo del gato alargando las veteadas rayas negras y grises.
El aire esta enrarecido cada vez que pasan cerca, es el dulce aroma a fruta que esta a punto de pudrirse esconde lo que hierve dentro del animal.
Adela y Ana se tapan la boca y la nariz cuando pasan, el hinchado cuerpo sucumbió al calor y chorrea pestilencia alrededor.
Marzo va desapareciendo y también el deseo de los chicos de que pase un tren y acabe de una vez con el espectáculo diario del gato, su olor repugnante y sus miserias.
Consultaron con julia sobre la posible tarea de enterrar al desgraciado gato. Pero esta asqueada de solo pensar en tener que manipular el cuerpo hasta un hoyo, decide darles esperanzas sobre el tren y en ultimas instancias asegurarles que pronto desaparecerá el olor cuando llegue el frío del invierno.
Entre tanto se desvanecía el olor, notaron que también la piel del pobre gato lo hacia, los pelos quedaban convertidos en bolitas y pedazos de tiras que el viento invernal iba arrastrando cada vez mas lejos ante el escudriño de los chicos.
Con las primeras lluvias, se lava el cadáver, objeto de estudio diario, unos huesos blancos llenos de cavidades comienzan a asomarse. También se terminaron las tardes de piscina, en cuanto fue posible se vació el agua y termino de pie toda azul ella contra la pared del patio, cerca del jardín. Quedan días de sol, pero ya sus rayos no calientan como en el verano.
En mayo llego el bebé, tan grande que parece un muñeco vivo, Adela y Ana se pelean por cambiarlo y levantarlo en brazos aunque casi no pueden con él. Eduardo esta menos fascinado quería que fuese nena.
Toman la misma calle para ir al colegio, dan las mismas vueltas, pero ya no voltean a ver los huesos del que un día fue un gato, vienen hablando de otras cosas, de la tarde que le espera en casa, quien baña primero al bebé, quien le cambia el pañal, hasta Julia se incluye en el sorteo.
Pasan por la vía de ese tren que nunca llega, tomando precaución, cerca de donde estuvo una vez el cadáver del gato inmortal, hoy solo en los recuerdos.
Silvia.
4 comments:
Con mucho agrado te devuelvo la visita, Silvia.
Tu blog da mucho para pensar en las cosas simples de la vida, las que a veces son las más complicadas.
Un abrazo desde Chile.
En los pequeños detalles se encuentra la grandeza de la vida...
Gran blog!!! saludos
Bello Silvia! ¿sería esa su séptima vida? Y ese trén, ¿qué recuerdos tendrá en la mente de algunos que también pasan esos rieles, sueños que viajaron, otros que volvieron con el tiempo con las sienes plateadas, después de tanto tiempo lejos, cuántas historias, un gato, un tren...
Besos Silvia!!
Gracias por sus visitas!!
Saludos,
Silvia.
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