Mi pequeña Bio ó más o menos quien soy
Nací en la Republica Oriental del Uruguay, así con su nombre completico, en el mes de Julio. Un día trece gracias a Dios, en pleno invierno sureño, según las descripciones que he oído toda mi vida porque mis recuerdos no tienen estaciones ni estados del tiempo, es una interminable cadena de días lluviosos y húmedos donde no se seca nada, ni un pañal, como fui la primera de mis tres hermanos, Mamá no se imaginaba aun nada, yo era su experimento y una novedad. El detalle de los pañales y el invierno lo sufriría después cuando éramos tres en el mismo trance. Arribe en el año 68, con el cual estoy muy encariñada, no obstante resiento que todo lo interesante ocurrió si no cuando estaba pequeñísima cuando aún no había nacido. Pase mis primeros años caminando desde Nuevo Paris a Belvedere, y viceversa, si eso me parecía el borde del mundo con sus canchas de football y sus tiendas, dejo de serlo cuando me mude a La Plata, a la misteriosa casa de techos inalcanzables y árboles con nombres extraños en el fondo, nuevo colegio, nuevos amigos, y nueva mudanza esta vez a Buenos Aires, a Los Olivos, otra casa, la de los Alpes, llena de sellos de pinos en las paredes y muebles de madera pesada, otro colegio, otros niños.
Llegamos a Caracas en 1979, lo primero que vi fueron luces en la montaña cuando subía de La Guaira, vi un pesebre gigante en pleno Junio y atrapo mi corazón con sus redes desde esa noche hasta ahora. Aprendí a adaptarme rápido al cambio, deje que me llamaran “Maracucha” sin saber que quería decir eso, pensaba que era un insulto y la única pista decente que tenia era que se debía a mi acento y a los incontables “vos” que pronunciaba, me jure quitármelo con tanta determinación como a los trece años decidí que me llamaran por mi primer nombre mas alegre y agresivo que el pasivo y sereno segundo. A mis padres les costo lo suyo, a mi bueno, alguna llamada telefónica que cortaban con un “aquí no vive ninguna Silvia” y al resto del familión que vive en el sur, pues nada me siguen llamando Adelita, y en ella me transformo cuando les hablo por teléfono porque de otra forma no me ubican dentro de la familia.
A los trece, también me regalaron un diario que aún conservo. Es de Hello Kitty con sus anotaciones vacilantes y un poco tontas, la mayoría son quejas de lo injusta que me era la vida entonces y descripciones de eventos de la familia, luego vinieron los poemas, ¿o primero me enamore? No me acuerdo, solo veo las hojas blancas con márgenes rojos que cargaba a todos lados, mis poemas, debo ser la única en el planeta a la que castigaban con “no vas a escribir en tu diario” cada vez que raspaba una materia en el bachillerato, y de todas formas escribía a escondidas. Una vez me decomisaron mis hojas con poemas, en otro intento de que le tomara mas cariño a los libros de estudio, todavía puedo ver las hojas en la parte alta del closet de mi mamá, no podía pensar en otra cosa que no fuese tenerlos conmigo. El castigo duro poco, no lograba concentrarme sin ellos.
Así comenzó todo entre las letras y yo, existen periodos en los que llegue a pensar que era tan feliz que no necesitaba escribir nada, otros muy confusos en que escribía demasiado y a lo loco, ahora he comprendido con un poco de años y paciencia que solo soy feliz si escribo.
Me gradúe de Bachillerato y cumplí 18 todo de una vez. Conseguí un trabajo. Me convertí en adulta. O eso pense.
Estudie Mercadeo en un Instituto, después de dar varias vueltas, me gradué el mismo año en que nació mi hija, Andrea, que considero lo más perfecto que he hecho en mi vida, un milagro. Cuando nació me pareció increíble, me di cuenta de lo irrepetible del momento de lo perfecta que era toda ella, la forma de sus dedos, de sus uñas, ¡tenia cinco dedos en cada mano y en cada pie!, No paraba de contarlos, estaba sana, y hermosa, vigilaba de sus respiraciones mientras dormía y me hacia suspirar. Me sorprendió entonces y me sigue sorprendiendo ahora a diario.
El año pasado exprese mi deseo de escribir a una amiga, y ella me envía directo a un instituto que dicta talleres de escritura, tarde mas de una semana en llamarlos y me pase mil veces por su pagina web, evaluando las propuestas, estaba aterrada del paso que quería dar, asustada de descubrir si servia o no para esto, todavía no lo se, pero hice tres cursos allí, compartí con gente que tiene las mismas ganas y a veces los mismos temores, me sentí dentro de un mundo donde se habla el mismo idioma que yo, halle mi lugar, y lo que me gusta hacer, no se si llegue tarde, o solo retrasada, mi intuición maliciosa y asertiva aveces, me dice que llegue en tiempo perfecto, antes me faltaba madurez y después me hubiese vencido el miedo...
...Esta soy mas o menos, salpicada en tres palabras, enamorada de las letras, atrapada en las frases…
…Este espacio va de las ganas que tengo de compartir lo que escribo y del miedo que me da hacerlo, además necesito con urgencia un compromiso que me invite a hacerlo constantemente que aleje para siempre el saboteo crónico al que me entrego cada vez que me siento a escribir y sale la lista mental de todas las otras tareas que tengo por hacer, esto es lo que veo, lo que opino, lo que invento para distraerme, aveces soy yo en cada línea, otras veces no tanto. Hay tantas cosas por contar…
Nací en la Republica Oriental del Uruguay, así con su nombre completico, en el mes de Julio. Un día trece gracias a Dios, en pleno invierno sureño, según las descripciones que he oído toda mi vida porque mis recuerdos no tienen estaciones ni estados del tiempo, es una interminable cadena de días lluviosos y húmedos donde no se seca nada, ni un pañal, como fui la primera de mis tres hermanos, Mamá no se imaginaba aun nada, yo era su experimento y una novedad. El detalle de los pañales y el invierno lo sufriría después cuando éramos tres en el mismo trance. Arribe en el año 68, con el cual estoy muy encariñada, no obstante resiento que todo lo interesante ocurrió si no cuando estaba pequeñísima cuando aún no había nacido. Pase mis primeros años caminando desde Nuevo Paris a Belvedere, y viceversa, si eso me parecía el borde del mundo con sus canchas de football y sus tiendas, dejo de serlo cuando me mude a La Plata, a la misteriosa casa de techos inalcanzables y árboles con nombres extraños en el fondo, nuevo colegio, nuevos amigos, y nueva mudanza esta vez a Buenos Aires, a Los Olivos, otra casa, la de los Alpes, llena de sellos de pinos en las paredes y muebles de madera pesada, otro colegio, otros niños.
Llegamos a Caracas en 1979, lo primero que vi fueron luces en la montaña cuando subía de La Guaira, vi un pesebre gigante en pleno Junio y atrapo mi corazón con sus redes desde esa noche hasta ahora. Aprendí a adaptarme rápido al cambio, deje que me llamaran “Maracucha” sin saber que quería decir eso, pensaba que era un insulto y la única pista decente que tenia era que se debía a mi acento y a los incontables “vos” que pronunciaba, me jure quitármelo con tanta determinación como a los trece años decidí que me llamaran por mi primer nombre mas alegre y agresivo que el pasivo y sereno segundo. A mis padres les costo lo suyo, a mi bueno, alguna llamada telefónica que cortaban con un “aquí no vive ninguna Silvia” y al resto del familión que vive en el sur, pues nada me siguen llamando Adelita, y en ella me transformo cuando les hablo por teléfono porque de otra forma no me ubican dentro de la familia.
A los trece, también me regalaron un diario que aún conservo. Es de Hello Kitty con sus anotaciones vacilantes y un poco tontas, la mayoría son quejas de lo injusta que me era la vida entonces y descripciones de eventos de la familia, luego vinieron los poemas, ¿o primero me enamore? No me acuerdo, solo veo las hojas blancas con márgenes rojos que cargaba a todos lados, mis poemas, debo ser la única en el planeta a la que castigaban con “no vas a escribir en tu diario” cada vez que raspaba una materia en el bachillerato, y de todas formas escribía a escondidas. Una vez me decomisaron mis hojas con poemas, en otro intento de que le tomara mas cariño a los libros de estudio, todavía puedo ver las hojas en la parte alta del closet de mi mamá, no podía pensar en otra cosa que no fuese tenerlos conmigo. El castigo duro poco, no lograba concentrarme sin ellos.
Así comenzó todo entre las letras y yo, existen periodos en los que llegue a pensar que era tan feliz que no necesitaba escribir nada, otros muy confusos en que escribía demasiado y a lo loco, ahora he comprendido con un poco de años y paciencia que solo soy feliz si escribo.
Me gradúe de Bachillerato y cumplí 18 todo de una vez. Conseguí un trabajo. Me convertí en adulta. O eso pense.
Estudie Mercadeo en un Instituto, después de dar varias vueltas, me gradué el mismo año en que nació mi hija, Andrea, que considero lo más perfecto que he hecho en mi vida, un milagro. Cuando nació me pareció increíble, me di cuenta de lo irrepetible del momento de lo perfecta que era toda ella, la forma de sus dedos, de sus uñas, ¡tenia cinco dedos en cada mano y en cada pie!, No paraba de contarlos, estaba sana, y hermosa, vigilaba de sus respiraciones mientras dormía y me hacia suspirar. Me sorprendió entonces y me sigue sorprendiendo ahora a diario.
El año pasado exprese mi deseo de escribir a una amiga, y ella me envía directo a un instituto que dicta talleres de escritura, tarde mas de una semana en llamarlos y me pase mil veces por su pagina web, evaluando las propuestas, estaba aterrada del paso que quería dar, asustada de descubrir si servia o no para esto, todavía no lo se, pero hice tres cursos allí, compartí con gente que tiene las mismas ganas y a veces los mismos temores, me sentí dentro de un mundo donde se habla el mismo idioma que yo, halle mi lugar, y lo que me gusta hacer, no se si llegue tarde, o solo retrasada, mi intuición maliciosa y asertiva aveces, me dice que llegue en tiempo perfecto, antes me faltaba madurez y después me hubiese vencido el miedo...
...Esta soy mas o menos, salpicada en tres palabras, enamorada de las letras, atrapada en las frases…
…Este espacio va de las ganas que tengo de compartir lo que escribo y del miedo que me da hacerlo, además necesito con urgencia un compromiso que me invite a hacerlo constantemente que aleje para siempre el saboteo crónico al que me entrego cada vez que me siento a escribir y sale la lista mental de todas las otras tareas que tengo por hacer, esto es lo que veo, lo que opino, lo que invento para distraerme, aveces soy yo en cada línea, otras veces no tanto. Hay tantas cosas por contar…
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